Las tendencias artísticas de finales del siglo XX y lo que va del siglo XXI se han caracterizado por la innovación y la ruptura con la tradición academicista, y en consecuencia, por la disolución de la forma hasta llegar a la inmaterialidad de la obra de arte propuesta por los medios digitales o NFT.

Sin restarle crédito a los artistas que nos han abierto los ojos a un sinfín de maneras de expresión, debemos tener presente que tanto el naturalismo como la abstracción no definen el pasado ni el presente de los avatares del arte. Ambas formas de representación coexisten desde el arte del paleolítico hasta la era digital, por ser manifestaciones del plano físico e inmaterial de la propia naturaleza humana.
Es en esta coyuntura histórica, la original obra de Rivero - Cintra desafía estas tendencias de manera serena pero resolutiva. El artista formula con gracia y buen pincel un innovador protagonismo del naturalismo. Captura sutilmente el interés del observador con representaciones hiperrealistas de frutas y vegetales en primeros planos, en donde hace gala de su manejo de la luz, el color y vivas texturas.
En sus lienzos podemos sentir de manera táctil los dobleces de las cáscaras semitransparentes de cada diente apiñado en una cabeza de ajo, o la lisa y reluciente piel morada de las berenjenas que contrastan con el verdor de las pequeñas hojas que forman el cuello de donde retoñaron.
Pasada esta primera lectura visual, gracias a su escala y estratégico posicionamiento dentro de las composiciones, nos percatamos del trampantojo. Los voluminosos cuerpos vegetales caen en un plano inconsistente con el concepto de un bodegón o naturaleza muerta para convertirse en monumentales accidentes geográficos de paisajes surreales a través de los cuales surcan cielos y aguas mansas, diminutos aeroplanos, barcos a vapor y piraguas con sus remeros.